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Montreal, F1 y el Muro de los Campeones
7 junio 2013 Montreal es una ciudad distinta al resto del continente Americano. Es de esas ciudades que tienen un sentir y sabor europeo, pero a la vez no deja de mantenerse americana. Bien podría decirse que es el puente entre Quebec (la ciudad) y Toronto, las otras dos ciudades que representan una cara de esa doble tradición canadiense con un pasado francés y otro inglés –aunque más influenciado por los Estados Unidos. Por ello, resulta natural que en 1978 se hubiera elegido a Montreal como la sede del circuito que albergaría la Fórmula Uno después de los problemas de seguridad existentes en Mosport. Una ciudad suficientemente europea y americana para recibir en América a una categoría con tradición europea.

El Circuito Ile Notre-Dame –rebautizado como Gilles Villeneuve en 1982 después de la muerte del ícono canadiense– ha tenido siempre su sello propio al encontrarse en una isla construida por el hombre, pero son dos aspectos los que identifican indubitablemente al trazado del país de la hoja de maple: L’ Epingle y el Muro de los Campeones. El primero es la famosa horquilla que siempre ha marcado el regreso a la línea de partida, en un principio era la última curva antes de completar la vuelta mientras que ahora señala la entrada a la Recta del Casino que termina en la entrada a fosos y la recta principal. El segundo es un elemento que ha estado presente desde 1978, pero que generó notoriedad y su nombre en 1999 gracias a tres campeones del mundo que terminaron su participación en dicha pared, irónicamente, con el señalamiento de “Bienvenue au Québec” (Bienvenidos a Quebec) pintado[1]. Damon Hill, Jacques Villeneuve y Michael Schumacher son los responsables de su bautizo con dicho nombre a un sector único en la Fórmula Uno cuya complejidad no es poca y quizá solo equiparable a Sainte Devote, en Mónaco, y al Memorial Corner, en Singapur.

Los pilotos llegan por encima de los 300 kilómetros por hora y tienen que reducir la velocidad hasta poco menos de la mitad para sortear con un margen de error mínimo las curvas finales que llevan a la recta principal. Cualquier equivocación termina en el Muro de los Campeones con el beneplácito y orgullo de los canadienses mientras el piloto en cuestión debe esperar un año más para buscar la victoria en el Circuito Gilles Villeneuve. No importa si se trata de campeones consagrados, jóvenes promesas o experimentados pilotos, entre ellos Button, Maldonado y Vettel en años recientes, pues el Muro de los Campeones no perdona ni un centímetro y se alza estoico recordándoles vuelta tras vuelta la posibilidad de terminar con el auto en la pared más famosa de todo el calendario de la Fórmula Uno.

Llegamos pues a Montreal para la edición 50 del Gran Premio de Canadá[2] y el Muro de los Campeones estará ahí, esperando durante tres días a que algún piloto decida ser demasiado audaz y falle en el intento. Así que una vez más: Bienvenue au Québec.

laplumadelzurdo@gmail.com
 
 
 
 
   
 
 
 
 

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