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A un año de la proeza de Jules Bianchi en Mónaco
20 mayo 2015 Hace solo un año, en el mismo puerto de Monte Carlo, que este fin de semana acoge el Gran Premio de Mónaco, el piloto francés Jules Bianchi obraba el milagro de puntuar en la carrera más difícil del año con el peor coche de la parrilla, el Marussia, hoy Manor. El francés entró noveno en meta, los primeros y únicos puntos de la escudería que nació como Virgin en 2010, y que supusieron 40 millones de euros al ascender el equipo a la novena plaza en el mundial de constructores.

Ese botín permitió a los nuevos dueños de Manor F1 Team salir del concurso de acreedores al que se vio abocado a final de 2014, pero de eso poco sabe Bianchi, ingresado en un hospital de la Cuidad de Niza donde sigue en coma desde su accidente medio año después de aquella hazaña en el GP de Japón.

Fue la imagen de 2014, la salida de pista del monoplaza rojo, con poca luz y algo de agua en el asfalto nipón, su brutal choque contra una grúa que extraía el coche de Adrian Sutil justo en el mismo sitio, en donde la fatalidad que sucede a la casualidad. Bianchi sufrió una lesión axonal difusa, una grave lesión cerebral debido a la salvaje deceleración por el impacto a 126 km/h contra una grúa de 6.500 kilos a la que golpeó mayormente con su cabeza.

El piloto salió del coma artificial poco después, y empezó a respirar por sí mismo, pero continúa ingresado en Niza, a 20 kms. del circuito en el que alcanzó su cima como piloto. Rodeado de los suyos y poco más. "A veces se mueve más, otras menos, al lado de su cama a veces nos aprieta la mano, pero es real o un acto reflejo? no lo sabemos. Un accidente así es más duro que la muerte, el sufrimiento es implacable, es una tortura diaria", explica su padre Philipe.

Jules ha contado estos meses apenas con el recuerdo de muchos fans, de los pilotos y en especial de Fernando Alonso, que un día sí y otro también le aúpa en las redes sociales con su #ForzaJules. Casi a modo de desafío contra esa querencia que tiene la Formula 1 de tapar sus desgracias y sus heridos. La sangre molesta, los caídos en servicio quedan apartados y olvidados.

El equipo, casi en quiebra, siguió adelante exonerado de responsabilidad hacia quien le salvó de la desaparición, eso sí, se tatuó el JB17 iniciales y número del coche, en el lomo del monoplaza de este año a modo de recuerdo, y esta semana avivan la llama de su hazaña. "Va a ser difícil para todo el mundo dentro del equipo, el recuerdo de Jules es grande", asegura John Booth, su director.

"Pero todos sabemos que mucho es de cara a la galería, que pase lo que pase, a un equipo nunca le acusan de nada, el piloto es el eslabón más débil de la cadena de la Formula 1, ni con Senna pasó nada a Williams", cuenta un ex piloto. El riachuelo que cruzaba la pista, las repetidas averías del coche, y la falta de luz, pasaron a un segundo plano en el informe FIA, que dejó a Jules como casi único culpable, para dolor de muchos compañeros.

"Solo sé que muy buenas personas están involucradas ahora para defender los intereses de Jules, por lo que todos en la familia estamos muy agradecidos y nunca olvidaremos estos gestos, sin embargo, si alguien es responsable algún día, tendrá que pagar, de eso estén seguros”, afirmo el padre.
 
 
 
 
   
 
 
 
 

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